Foto: Marcelo Núñez Cabrera
Ernesto Freire
- Ingeniero mecánico, por la Escuela Politécnica Nacional.
- Diplomado en Nutrición Avícola con Especialización en Nutrición Animal, por la Universidad Central del Ecuador.
- Director general de ALIFORTE.
- Director de AFABA.
- Socio de Conave.
“Estamos obligados a ser más ser más eficientes aplicando nuevas tecnologías”.
En 2018, Ecuador produjo un aproximado de 340 millones de pollos con lo que se atendió el consumo per cápita de alrededor de 32 kilogramos por año. Esta cifra es menor a las registradas en Colombia y Perú, países en los que cada año una persona consume: 33 y 47 kilogramos, respectivamente.
El pollo es la fuente de la proteína más importante y también de bajo precio, al alcance de todos los ecuatorianos. Frente al resto de proteína animal (huevos, carnes de cerdo y ganado, leche y pavo), el pollo es el que mayormente se consume en el país.
Para la crianza de pollos se requiere de alimento balanceado que tiene como materias primas básicamente el maíz amarillo duro y la pasta de soya. En 2017, la demanda total del alimento balanceado fue de 3,2 millones de toneladas métricas, de las cuales el 62 % correspondieron al sector avícola.
Es, en este eslabón de la cadena productora de proteína animal, donde existe una distorsión de la producción, porque los precios del quintal de maíz amarillo duro no son fijados con una percepción técnica, lo que determina que dichos precios sean mayores que en los países vecinos: en Colombia cuesta 8,38 y en Perú 10,10 dólares el quintal, mientras en Ecuador el precio de sustentación está en 15,25 dólares.
En el caso de la soya en grano (sin procesar), el precio fijado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería en el año 2018, fue de 30 dólares el quintal, lo que equivale a 660 dólares la tonelada. La tonelada de pasta de soya nacional fue de 748 dólares la tonelada, mientras que la importada costó 420.
Disminuir ese precio, para lograr competitividad, es uno de los retos que enfrentamos como país, pero también estamos obligados a ser más eficientes aplicando nuevas tecnologías.
Tenemos un espacio para incrementar el consumo per cápita de proteína animal, y para eso debemos buscar alternativas a nivel interno, pero también esperar que el Estado diseñe y desarrolle políticas públicas con visión de cadena tomando en cuenta a todos sus eslabones; que consolide y fomente la industria de proteína animal pensando en el producto final con capacidad de exportación.
El consumidor se lo agradecerá.