Foto: Marcelo Núñez Cabrera
Aunque por costumbre y tradición se vende el huevo por tamaño, Patricio Trujillo, directivo de los comerciantes de huevo de mesa del centro del país, considera que comercializar dicho producto al peso traería ciertos beneficios, tanto para el productor como para el comprador.
“Es ya una tradición de años vender y comprar al ojo”, dice Trujillo en relación al sistema de comercialización que opera actualmente en el país, y que se basa en el tamaño y no en el peso, como dispone la norma técnica NTE INEN 1973:2013.
El comerciante indica que en el Mercado Mayorista de Ambato, donde tienen su centro de operaciones, hay personas que prefieren que el “huevo salga pesado”, pero en el medio (en Tungurahua) no se comercializa así.
Afirma conocer que en Perú sí se vende el huevo al peso, pero en Ecuador aún no. Una de las causas, según el comerciante, es que no todas las granjas avícolas tienen la misma calidad del producto.
“Hay diferentes líneas genéticas de aves -dice- que producen un huevo diferente, aunque también depende del alimento balanceado con que las alimentan”. Por ello considera que las gallinas de 40 semanas para adelante, ponen huevos que los denominan “gruesos”, y aclara que hay avícolas que ofrecen huevos de un buen tamaño y otras que se quedan en pequeño y mediano.
Indica que comercializan huevos en las categorías inicial, parejo, mediano, mediano grueso y el grueso o extra grueso. “Lógicamente esta clasificación nos ha dado resultado para la comercialización”, precisa al señalar que venden huevo parejo a Colombia y a Perú, cuando esos mercados están abiertos.
Trujillo hace un llamado para que el productor esté consciente de lo que vende, así como el comerciante debe ser consecuente con que lo que compra es un huevo grueso, mediano o parejo. “Lógicamente que habrá diferencias de precios entre avícolas por el tamaño del huevo”, aclara.
Foto: Marcelo Núñez Cabrera
Asegura que hasta ahora no ha tenido problemas, porque conversa con el avicultor para llegar a un acuerdo, aunque insiste que en ocasiones, las granjas avícolas no tienen el mismo tamaño del huevo.
“Creo que con el tiempo puede ser bueno que se venda el huevo al peso. Para el comerciante no habría problema porque estaríamos más seguros; pondríamos el peso del huevo mediano, grande, del huevo grueso, del parejo”. “Sería bueno -reitera- para el comerciante porque no habría problemas con el avicultor; no habría diferencias de apreciación del producto entre el granjero y el comerciante”, sostiene.
Precisa que al tener los pesos definidos “solo bastaría con fijarse en el peso que señala la balanza”, y quizá hasta se pueda comercializar como se lo hace en el Perú, en donde se vende por kilos.
Además, Trujillo considera que para identificar a los huevos por el peso se necesitaría un etiquetado. Allí cree que habría un inconveniente, ya que significaría un gasto mayor para el avicultor.
Sin embargo, opina que sería bueno que la ciudadanía consuma huevos con etiquetado, e indica que en la provincia de Tungurahua -donde se concentra la mayor producción de huevos de mesa o comercial- existen avicultores que venden los huevos con datos de producción, fecha de caducidad, etc.
Trujillo considera que el etiquetado, adicionalmente, puede contribuir a frenar el contrabando de ese producto, ya sea desde Colombia o Perú, porque constarían todos los datos y se sabría que se compra huevo ecuatoriano.
No obstante, vuelve al tema de que representaría un gasto para el avicultor y él es el que debe decir si le sirve o no, porque si sube el precio de la cubeta de huevos incidiría en el bolsillo del consumidor que puede dejar de comprarlos.
Ante todas estas circunstancias, Trujillo considera que el negocio del huevo “es preocupante en el futuro”.