María Belén Mantilla. Licenciada en nutrición humana.
Foto: Marcelo Núñez Cabrera
Durante muchos años se ha creído erróneamente que la carne de cerdo puede resultar dañina para el ser humano, por lo que en algunas etapas de la vida se ha prohibido su consumo.
Sin embargo, en los últimos tiempos existen evidencias científicas que desmienten dichas creencias. Por el contrario, se ha encontrado que el consumo de carne de cerdo es muy beneficioso para la salud a cualquier edad, sobre todo para los grupos vulnerables como: mujeres embarazadas, niños y adultos mayores.
Por otro lado, siempre se ha creído que no se debería consumir carne de cerdo después de una intervención quirúrgica o, en el caso de las mujeres, posterior al parto, ya que podría resultar infecciosa e impedir la correcta cicatrización de la herida. Pero no se ha encontrado fundamento científico ni evidencia médica que sustente esta teoría.
No existen alimentos inconosos o infecciosos propiamente dichos; se podría decir que existen alimentos pro-inflamatorios, que promueven la inflamación del cuerpo, demorando así el proceso de cicatrización. En este sentido las grasas saturadas y un alto consumo de frituras hacen que la herida demore en cicatrizar.
Se ha demostrado científicamente que la grasa de cerdo es mejor, en comparación con la de otros animales (res, cordero, cabra y aves), pues es la más insaturada y, por lo tanto, la que más beneficia al organismo, porque no aumenta los niveles de colesterol LDL o colesterol malo. Si se consume asada, a la parrilla, cocinada, estofada, no representa ningún peligro para la salud.
La carne de cerdo es un alimento importante en todas las etapas de la vida, debido a su elevado contenido en proteínas de alto valor biológico, además de minerales como potasio, fósforo, zinc y hierro.
Esta carne es fuente de vitaminas del grupo B como la B1, B3, B6 y B12, afirmó el presidente de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación, Antonio Villarino, en las XIX Jornadas Internacionales de Nutrición Práctica.
Por ello, se ha destacado que, durante la infancia, la carne de cerdo aporta proteínas de alto valor biológico necesarias para el crecimiento y el desarrollo de los huesos en los niños. Por otra parte, es una carne fácilmente digerible y fuente de vitaminas B6 y B12, que contribuyen al funcionamiento normal del sistema inmunitario. Además, aporta fósforo que ayuda a una correcta salud dental.
En el embarazo y la lactancia, el aporte calórico y nutricional aumenta, por lo que se considera a la carne de cerdo como un alimento adecuado para cubrir estas necesidades, por su alto contenido proteico, minerales y vitaminas, como la B6, que está involucrada en la actividad hormonal y que regula su funcionamiento.
A partir de los 65 años es de vital importancia la ingesta correcta de proteínas puesto que así contribuye a conservar la masa muscular y el mantenimiento de los huesos. También a esa edad es indispensable elegir alimentos de fácil masticación y digestibilidad, por lo que la carne de cerdo cumple con todas estas características y debe incluirse en la dieta del adulto mayor.