Durante los 22 años que trabaja en el campo José Collantes ha sido testigo de los cambios que experimenta el sector avicultor con el ingreso de nuevas líneas genéticas, así como las necesidades que se presentan en el proceso de elaboración de alimento balanceado. "El alimento balanceado debe cumplir ciertos requerimientos en base a las líneas genéticas, porque si no lo elaboramos bajo esta consideración el alimento no tendría las características de alimento balanceado", afirma.
Pero lo más reciente es lo que le preocupa a Collantes -ingeniero zootecnista, con una maestría en nutrición animal- porque ha sido testigo de que en el campo, determinados avicultores, elaboran por sí mismos el alimento balanceado, sin la asesoría de un técnico especialista en el área.
En esos casos, Collantes menciona que los productores no revisan si la materia prima está con el grado de humedad aceptable -que debería estar entre el 12 y 14%- o adquieren maíz de diferente calidad, sin diferenciar si es un grano completo, sano, partido, o si existe maíz podrido.
Indica que en estos casos el maíz es propenso a contener organismos que afectan al producto final, o existen hongos que dañan, tanto a la materia prima como al balanceado y, por ende, las aves no reciben un adecuado alimento para su nutrición.
"Se debe tomar en cuenta la humedad, la presencia de impurezas y de hongos", ratifica el especialista, para luego explicar que los hongos son las toxinas, y el número de toxinas determinará la afectación a la producción de balanceado, y a que a la larga el ave no rinda como debe ser, según su genética.
Precisa que las toxinas afectan en general al sistema inmunológico, lo que impide su desarrollo y evita que se exprese el potencial de protección de las vacunas. Las toxinas también inciden en el hígado, considerado el motor principal de las aves. "En el hígado es donde se genera todo el metabolismo de la grasa, de los lípidos y de la proteína", refiere Collantes.
Manifiesta que, además, el sistema respiratorio es afectado por ciertas bacterias, como microplasmas o virus, que ingresan al organismo del ave al contar con un sistema inmune deprimido.
Collantes explica que el nombre de toxinas es general, pero a grupos específicos se les conoce como micotoxinas, que crece en el exterior de la mazorca del maíz y se come la materia prima, como el embrión, el almidón del maíz, y los desechos que elimina se convierten en las toxinas. Estas son inmosupresores; es decir, que inciden en una baja de defensas del animal, y por lo tanto son más vulnerables al ingreso de enfermedades que afecten a la calidad de los huevos y la carne.
Recomendaciones
Collantes afirma que hay formas de evitar
todos los problemas descritos anteriormente
y parte desde la selección adecuada
de la materia prima. "Lo primero es
medir la humedad, ver la calidad física del
grano: enteros, partidos, restos de tuza,
impurezas, piedras. Lo mismo sucede en
las otras materias primas como la soya,
que aunque ya viene en torta no está por
demás hacer un análisis para saber la cantidad
de proteína que contiene. Aunque
sea soya importada es necesario hacer
los análisis para saber realmente los datos
y poder así agrupar a los programas de
formulación, que deben ser cargados con
los valores reales", explica.
Sugiere que las empresas de producción de balanceado deben tener un equipo completo, "pero lo más elemental que se da en el campo es el medidor de humedad, que es básico y no costoso en comparación con la inversión que tienen en el número de aves". Refiere que el medidor de humedad puede costar desde 400 dólares, pero si una granja tiene un lote de mil aves se justifica tener el equipo, y con ello se puede verificar la calidad de la materia prima que se recibe.
Indica que si el alimento no está bien elaborado, con todos los requerimientos, va a afectar a la conversión alimenticia de los pollos; es decir, que incidirá en la ganancia diaria de peso del ave.
En el caso de aves ponedoras, estas no expresarán todo su potencial genético, no llegarán a buenos picos de producción. Precisa que existen casos de granjas donde la producción de huevos llega al 96 o 97%, lo que a la larga equivale a pérdida acumulada de centavos, que a la final pesa en la rentabilidad del productor.
Dependiendo de la genética, una ponedora aloja entre 330 y 335 huevos en un año. Sin embargo, aclara que para lograr esa cifra se debe partir del manejo, en el levante, "porque la pollita que no hace un buen levante, no rinde en la producción".
Considera que las granjas deben contar con la asesoría de técnicos conocedores del tema, ya que el nivel nutricional se refleja en el campo y ahí se ve el desarrollo y el rendimiento del ave.