El maíz es un producto estratégico para la seguridad y soberanía alimentaria del país, ya que es la base de una cadena que se aproxima a los dos mil millones de dólares anuales.
Freddy Amores
Consultor en investigación agrícola
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famores.ec@gmail.com
La cosecha anual de maíz duro en Ecuador es de 1.5 millones de toneladas en unas 270 mil hectáreas, cultivadas mayoritariamente por pequeños maiceros; la productividad media alcanza 5.9 toneladas/ha. Cerca del 40% de la producción viene de la provincia de Los Ríos, la principal productora, seguida por Manabí, Guayas y Loja.
El maíz duro es la principal materia prima para elaborar el alimento balanceado.
La demanda se nutre de las necesidades de este cereal para el consumo interno y la agro industria dedicada a la producción de proteína animal. Esta demanda supera a la oferta en más de 60 mil toneladas y la brecha se cubre con importaciones. La oferta proviene de sistemas de producción con variada intensidad tecnológica y es la base de una cadena, cuyo valor final se aproxima a los dos mil millones anuales.
En un entorno de creciente apertura comercial, la mayor competitividad de la producción maicera en otros países, amenaza el avance de la producción nacional a mediano plazo. Los sistemas de producción en el país necesitan reinventarse continuamente para mitigar este riesgo, mediante la innovación tecnológica del cultivo.
Por su protagonismo estratégico, los incentivos para lograr avances en la productividad y competitividad de la producción de maíz, deben venir de políticas públicas que alienten la intensificación tecnológica, intensificación que se traducirá en crecimiento del ingreso de los productores y demás operadores de la cadena de valor que sostiene este cultivo.
Puesto que la oferta de maíz duro se origina en sistemas de producción con diferencias de intensificación tecnológica, surgen brechas de desempeño que explican la variación del rendimiento entre áreas de un mismo terreno, lotes en una misma finca, fincas en una misma zona y finalmente entre distintas zonas productoras.
La interacción del entorno ambiental con la tecnología implementada en cada caso y la calidad operacional de dicha implementación, controlan el desempeño del cultivo. Desde esta perspectiva, el manejo del maíz se puede beneficiar en buena medida del enfoque de agricultura de precisión para conseguir mejoras graduales en la gestión de dicha interacción y ampliar las ganancias de eficiencias productiva y económica de la inversión.
Para mejorar la productividad de maíz duro es básico un muestreo y análisis físico-químico del suelo.
Agricultura de precisión
La agricultura de precisión todavía es un concepto de escasa comprensión que obstaculiza su aceptación y puesta en práctica; es percibida como un tema complicado y fuente de temor e incertidumbre. Sin embargo, no tiene porque ser así necesariamente, si la internalizamos como una caja de herramientas para el control de factores cotidianos que restringen el rendimiento de los cultivos.
En su significado más general, el concepto se refiere a un enfoque tecnológico que maximiza la eficiencia de uso de los recursos productivos (tierra, trabajo y capital) que son combinados de cierta manera para ajustarse a las circunstancias (ambientales, sociales, financieras e incluso culturales) del productor; únicamente midiendo dicha eficiencia se puede innovar para mejorar el desempeño productivo, aunque es la actividad menos practicada en el campo.
Solo con el afinamiento gradual de los distintos sistemas de producción de maíz, balanceando costos y beneficios de los ajustes y cambios realizados año tras año, se pueden ir concretando objetivos de ganancias de eficiencia productiva y económica.
Es cierto que para las prácticas de agricultura de precisión mas avanzada se acude al empleo de sensores portátiles, o sistemas de sensores conectados a plataformas digitales, y aún al empleo de drones para zonificar lotes de terreno en base a imágenes espectrales que captan la variación de las características del suelo y salud fisiológica de las plantas.
Sin embargo, la agricultura de precisión también es aplicable a sistemas de producción menos intensivos e incluso básicos, mediante métodos y herramientas más habituales y sencillas. Su aplicación provee información para zonificar el potencial productivo de los terrenos dedicados al cultivo de maíz, en nuestro caso. La “zonificación” se logra aplicando criterios de variabilidad para características relevantes del suelo, planta y relieve en las superficies cultivadas.
Con el manejo de la teoría y práctica del concepto de la agricultura de precisión, mediante pruebas de campo y observación visual, es posible monitorear la profundidad, fertilidad, textura, drenaje y desgaste del suelo por erosión, en terrenos con distinta pendiente, entre otros indicadores de la capacidad productiva de la tierra.
Por tanto, una herramienta clave para evaluar dicho potencial productivo es el muestreo y análisis físico-químico del suelo, aunque según sondeos conducidos en zonas maiceras, menos del 1% de los productores maiceros utiliza este recurso.
El empleo de umbrales numéricos para decidir cuándo la población de gusanos cogollero (el insecto-plaga más depredador del maíz) amerita un control, es otra técnica útil y de fácil aplicación en el contexto de agricultura de precisión que, con posibles excepciones, nadie la aplica.
La información obtenida con las herramientas mencionadas se integra, analiza e interpreta para la extracción de significados que luego se emplean como insumo para evaluar y comparar el potencial productivo de la tierra, clasificándolo en alto, mediano y bajo para la producción de maíz.
Armados con esta clasificación se puede abordar el problema de la sobre utilización de recursos productivos en algunos sitios y sub utilización en otros, en los terrenos de una misma finca y/o dentro de un mismo terreno. Las prácticas de fertilización uniforme en terrenos que presentan áreas con distinta capacidad productiva, es una importante fuente de distorsión que castiga la asignación eficiente de recursos y la rentabilidad de la inversión.
Por ejemplo, está comprobado que el rendimiento del maíz desciende, al incrementarse la pendiente del terreno; este es un caso típico de ineficiencia económica ya que distorsiona la asignación de los recursos productivos.
Con este antecedente, un estudio en una finca maicera mostró que, con fertilización completa, el rendimiento de maíz varió entre 162 y 228 qq/ha, el peso de maíz cosechado por cada kg de nitrógeno aplicado se movió entre 41 y 58 kg, y el retorno por dólar invertido cambió entre 0.44 y 0.93 de dólar, a medida que la pendiente del terreno aumentaba.
Pero las distorsiones también castigan la eficiencia con que el cultivo se beneficia de los insumos que la naturaleza provee al proceso productivo, conocidos como insumos ambientales. Al respecto, según un estudio, cada punto porcentual de materia orgánica (M.O) del suelo aporta 20 kg de nitrógeno por hectárea en beneficio de la absorción del maíz, contribuyendo al rendimiento del cultivo.
Sin embargo, aunque el nivel de materia orgánica del suelo es variable de un terreno a otro, estas cifras son un buen punto de referencia para valorar la influencia de este factor en la productividad. De allí que la aplicación de dosis fijas de fertilizantes en plancha, sin atender a las diferencias del potencial productivo de la tierra, es un hábito extendido en nuestras zonas maiceras que conspira contra la maximización del rendimiento y economía del desempeño del cultivo.
Las siembras de maíz tardías afectan negativamente la absorción de los nutrientes del suelo.
Efectos de siembras a destiempo
Según otro estudio, las siembras tardías de maíz, tomando como referencia el inicio del periodo lluvioso en la región Costa, afecta negativamente la absorción de los nutrientes que el suelo aporta de manera natural al cultivo; la restricción de la absorción se extiende a los fertilizantes aplicados.
Los resultados revelaron que respecto a la siembra temprana, que coincidió con el inicio de las primeras lluvias de un ciclo maicero, las siembras realizadas 15 y 30 días más tarde causaron pérdidas de 40 qq y 65 qq/ha en el cultivo sin fertilizar, mientras que el rendimiento del cultivo fertilizado perdió 57 qq y 100 qq/ha, al compararse con el rendimiento de la siembra temprana.
La magnitud de tales recortes subraya la importancia de la fecha de siembra como factor que ejerce un fuerte control de la eficiencia tecnológica y económica de la producción maicera.
Las buenas prácticas en el ámbito operativo contribuyen a maximizar la expresión del potencial de la tecnología que a su vez repercute en el buen desempeño productivo. Pero con frecuencia la asignación de recursos al proceso productivo es distorsionada por desajustes operativos en el campo, conscientes o inconscientes.
Más observaciones
La variación de la densidad de plantas de maíz/ha es un problema frecuente de desajuste operativo. En algún momento, observaciones en la zona maicera más importante del país, revelaron que el número de plantas/ha se movió entre 43 mil a 91 mil para distintos lotes y fincas maiceras; dicho rango exhibe un número insuficiente de plantas en unos casos y excesivo en otro. La eficiencia productiva retrocede por el aprovechamiento inadecuado de la tierra, potencial productivo de las semillas, fertilizantes y otros.
La variación del tamaño y tasa de crecimiento inter planta en los campos comerciales es otro problema operativo frecuente, que se traduce en porcentajes medios y altos de plantas con tamaño sub estándar, comparadas con las plantas de mayor tamaño y vigor.
Las plantas con menores tasas de crecimiento tienen la capacidad para deprimir la expresión productiva de las semillas de alto rendimiento. Recientes estimaciones en el presente ciclo maicero, a partir de muestreos y medición de vigor temprano de plantas en distintos sectores de un terreno con diez hectáreas de maíz, apuntan a que por esta causa el rendimiento podría retroceder al menos 28 qq/ha, en relación con el rendimiento esperado (200 qq/ha).
Observaciones realizadas, cuando las plantas ya tenían un mes de edad, confirmaron que las diferencias relativas del tamaño y vigor de las plantas observadas dos semanas atrás no había cambiado y seguramente nunca cambiará. Queda claro que primero deben identificarse las razones para esta variación de vigor antes de construir soluciones operativas al problema que lleven estas pérdidas al mínimo en próximas siembras.
Por otro lado, aunque las dosis, momentos y formas de aplicación de los fertilizantes se encuentren bien planificadas, su distribución irregular (a máquina o manualmente) en el campo es otro escenario habitual que inyecta variabilidad en el vigor de las plantas en distintos sectores de los terrenos cultivados, convirtiéndose en otra fuente de ineficiencias operativas con capacidad para deteriorar las expectativas de rendimiento y rentabilidad del maíz.
Armonizar las eficiencias tecnológica, económica y ecológica, entendiéndose esta última como la capacidad para maximizar la producción con la menor afectación de los procesos naturales bióticos y abióticos que aportan insumos ambientales para la agricultura, es un gran desafío, pero también es una fuente de oportunidades para la producción sostenible, creciente y competitiva del maíz que atienda la demanda nacional en aumento y con saldos para generar divisas por exportación a países vecinos.
Es fundamental que los productores de maíz identifiquen las ineficiencias para combatirlas y con ello mejorar la producción del grano.