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Publicado en 05 - 2022

Ney Barrionuevo J.
Ingeniero agrónomo
Consultor de Inclusys

La pandemia y su impacto en la economía ha deteriorado los indicadores sociales de empleo y de pobreza; la informalidad ha crecido del 17,8% en 2019 al 24,5% en 2021, y en alta correlación, la pobreza por ingresos a nivel nacional aumentó del 25% en 2019 al 32,2% en 2021, cifra más grave en la ruralidad, en donde se registra una pobreza del 49,2%, dos veces más alta que en las grandes ciudades.

En el ámbito de la seguridad jurídica, clave para la atracción de inversiones, Ecuador se sitúa en el puesto 106 entre 180 países en el ranking mundial de la corrupción, mientras que en la esfera de la seguridad ciudadana, que ahuyenta a los inversionistas que ya están aquí, los asesinatos en enero/2022 en el puerto principal cuadriplican los registrados en enero/2021. Esto, solo como un dato indicativo.

En ese contexto, es previsible que en el 2022 haya un segundo rebote, con menor fuerza inercial que el primero, con una recuperación económica gradual que no generará los niveles de empleo e ingresos habituales de antes de la pandemia.

Frente a esto, el consumo en el mercado nacional seguirá débil y eso afectará también a la demanda de alimentos y a la calidad de la dieta de los ecuatorianos, quienes apuntarán a carbohidratos menos costosos en vez de proteínas, con elevados índices de desnutrición crónica infantil, que antes de la Covid-19 ya se encontraban estancados en 25%. Seguramente con la crisis deben ser significativamente superiores, aunque no hayan estadísticas publicadas al respecto.

A este panorama complejo, al agro ecuatoriano se le añade el alza en el precio internacional de los insumos y su reflejo en los costos de producción, además de un invierno hasta ahora irregular, que es una de las consecuencias del cambio climático, que afectará la competitividad (producción, productividad, costos y calidad) tanto de la oferta para el mercado doméstico, como para la exportación.

¿Qué hacer para salir de la dinámica inercial del “rebote” y para que el agro deje de ser una “pelota dando botes” y se convierta en un “cohete autopropulsado”?

Aparte de las condiciones macro en la economía, con una racionalización de impuestos, la reforma laboral y un potente programa de crédito, se requiere cambiar de estrategia hacia un agro volcado a la exportación de productos de alta calidad, con productividad y costos competitivos.

Estos deben ser, en especial, cultivos tropicales y andinos en los cuales Ecuador tiene ventajas comparativas que deberían transformarse en ventajas competitivas hacia todos los mercados del mundo, y con mucho énfasis en China, país que supera mil 400 millones de habitantes, y que tiene tan solo el 12% de su superficie es cultivable.

Para asegurar que el crecimiento de las exportaciones en volumen y valor no genere una mayor concentración de la riqueza (el coeficiente de Gini llegó a 0,5 en 2020 y se calcula en 0,49 en 2021, siendo 0 el extremo de igualdad y 1 la desigualdad absoluta), dichas exportaciones deben seguir esquemas de negocios inclusivos, alianzas ganar-ganar entre empresas exportadoras y pequeños proveedores.

Estas deben contemplar seguridad de mercado, asistencia técnica y acceso a financiamiento, o plantaciones de agroexportación con uso intensivo de mano de obra formal, o con exportaciones directas de asociaciones de productores que funcionen como verdaderas empresas asociativas rurales, competitivas.

A pesar de la crisis en todos los ámbitos que experimenta Ecuador, el agro es un sector que fue resiliente a la caída del PIB (solo cayó un -0,6% en 2020) y se ha mantenido prácticamente estable en 2021, con una balanza comercial positiva de USD 2.983 millones, que sigue absorbiendo cerca del 30% de la Población Económicamente Activa (PEA) y asegura la alimentación de la población.

Sin embargo, tiene un problema estructural de pobreza que venía degradándose desde fines de 2014 y que la pandemia agravó hasta ese promedio de 49,2% en 2021, y que tampoco refleja la situación real de pobreza en comunidades campesino-indígenas en las que se supera el 80% y que son el caldo de cultivo para conflictos y extremismos.

La inercia nos lleva al “rebote” con problemas estructurales que se agravan cada año hasta que explotan. Un cambio de estrategia nos da la oportunidad de tomar un “cohete” y empezar a resolver esos problemas de siempre; ese cohete se llama agroexportación con negocios inclusivos, con facilidades para la inversión nacional, extranjera y proyectos de cooperación internacional.

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