Según John Jairo Salazar, médico veterinario. Zootecnista y encargado de la dirección científica de Biotecno para LATAM, estas anormalidades son multicausales, los principales detonantes son el exceso de grasas, la lipoperoxidación, los virus y bacterias, las altas temperaturas, pero especialmente por el micoplasma synoviae (MS).
Una de las variables muy importantes que el avicultor tiene como herramienta para hacer un buen diagnóstico son las unidades Haugh, que miden la densidad y la frescura del huevo.
Esas unidades Haugh, en una ponedora extendida, deben estar entre 80 y 89, como indicador de que el ave está en condiciones normales, sin inflamación y en condiciones de sanidad. También es un elemento de evaluación de la calidad de la cáscara.
El daño fisiológico e inflamatorio del ave se presenta cuando hay fuentes de energía de baja calidad y/o cuando el maíz tiene alteraciones en términos de calidad, que generan la patología metabólica denominada síndrome de hígado graso hemorrágico. Esto afecta el metabolismo y la energía del ave, con la consecuente disminución de la calidad de la cáscara y de las unidades Haugh. Además el ave entra en un estado de lipoperoxidación hepática.
Otro elemento muy importante son las altas temperaturas. Las aves a partir de los 24 grados centígrados empiezan a generar radicales libres y entran en un estado de disfunción productiva que está correlacionada con la humedad relativa. Por ejemplo, “una temperatura de 30 grados con una humedad relativa del 65% da un THI (índice de temperatura y humedad) de 80, con lo cual el ave entra en un estado de emergencia que afecta a la calidad del huevo.