La coriza infecciosa es una enfermedad de alto impacto en la producción avícola, que afecta tanto a aves de postura comerciales como a reproductoras. Hasta el momento no existe una solución definitiva, según explica el veterinario Arturo Cabrera.
El diagnóstico de esta patología es un proceso complejo, debido a la variedad de agentes virales y bacterianos que presentan síntomas similares. Entre estos se encuentran el virus de la laringotraqueitis, el de la influenza, el mycoplasma gallisepticum, entre otros.
Según Cabrera, un diagnóstico diferencial exhaustivo es crucial para aplicar un tratamiento adecuado y eficaz.
“En los últimos dos años hemos trabajado fuertemente con técnicos de Colombia y Bolivia en nuestro laboratorio, y hemos encontrado una cepa de avibacterium paragallinarum NAD independiente, que no necesita del factor de crecimiento NAD”, la misma que fue reportada inicialmente en Sudáfrica en 1963.
Esta cepa, ya identificada en países como Perú y México, representa un desafío adicional para el control de la enfermedad, pues su inclusión en las vacunas actuales podría ser clave para mitigar los brotes en granjas.
La coriza infecciosa se ve agravada por factores externos como cambios bruscos de temperatura y estrés en picos de producción. La ineficacia de ciertos programas de vacunación y el uso de vacunas que no cumplen con especificaciones adecuadas también incrementan los riesgos. Cabrera subraya la importancia de un plan de vacunación bien estructurado y adaptado a las condiciones específicas de cada granja.
Esta enfermedad afecta significativamente la rentabilidad de las granjas avícolas. Cabrera señala que en casos severos la enfermedad puede reducir la producción de huevos hasta un 40%, con una mortalidad de entre el tres y el cinco por ciento. Además, los costos de tratamiento, mano de obra y tiempo invertido en la recuperación de las aves incrementan el gasto operativo de las granjas.
BIOSEGURIDAD: CLAVE EN LA PREVENCIÓN
La proximidad entre granjas y las limitaciones para establecer zonas de seguridad dificultan la contención de la enfermedad; sin embargo, con un control más riguroso, un diagnóstico preciso y el fortalecimiento de medidas de bioseguridad, es posible reducir el impacto de esta enfermedad en la producción de proteína, asegura Cabrera.