Rodrigo Torres tiene tres décadas en esta actividad. El virus le ocasionó pérdidas económicas de alrededor de 150 mil dólares por la muerte de 20 mil aves.
Rodrigo Torres tiene su granja en el sector de Puéllaro, parroquia rural ubicada a 70 kilómetros al noreste del cantón Quito. El sector es reconocido como “Jardín Frutal del Ecuador”, pero también es un gran productor de huevos: diariamente se producen entre 400 mil y 450 mil unidades.
En su rostro se refleja la preocupación por haber perdido una parte de su negocio. En su actitud se evidencia el desencanto al recordar cómo se sacrificaron a las aves de larga vida, es decir, ponedoras, madres, de levante, etc. El negocio lo empezó su padre hace más de medio siglo.
Para repoblar el galpón afectado, Torres debe cumplir las recomendaciones de la Agencia de Regulación y Control Fito y Zoosanitario (Agrocalidad), para lo cual procede a la eliminación de excretas de las aves. Al momento, laboran seis personas.
Además, Torres adquirió materia seca para incorporar a las excretas y realizar un compost. En estos trabajos ha gastado entre 10 mil y 15 mil dólares.
El trabajo no termina ahí. Según las recomendaciones de Agrocalidad, las materias fecales de las aves se deben enterrar en el terreno donde está la granja. Posteriormente, desinfectar cada espacio. Por lo menos, realizar dos vacíos sanitarios en cada galpón.
Las recomendaciones técnicas indican que, para colocar aves sanas, libres de Influenza Aviar, debe transcurrir entre cuatro y seis meses.
Paralelamente Torres incrementó las medidas de bioseguridad en el resto de granjas. Colocó mallas antipájaros, trampas para roedores y demás controles. De esta manera, logró controlar la expansión de este maligno virus.
“Frente a esto los avicultores solicitamos a las autoridades del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) se dote de más vacunas o se libere su venta. Los cuatro millones son insuficientes. Cada ave necesita tres dosis. Inicialmente requerimos 14 millones de vacunas”, manifiesta Torres.
El avicultor lamenta que el Gobierno Nacional no les brinde ayuda económica, porque todos los gastos están asumiendo los dueños de las granjas.
A pesar de las cuantiosas pérdidas económicas y de las limitaciones, Torres se aferra al trabajo y no pierde la esperanza, para recuperar su negocio y el de su familia.