EL MAÍZ ES UN COMPONENTE IMPORTANTE EN LA DIETA DE LOS ECUATORIANOS Y MATERIA PRIMA PARA LA INDUSTRIA DE PROTEÍNA ANIMAL, PILAR DE UNA CADENA DE VALOR DE UNOS TRES MIL MILLONES DE DÓLARES.
La baja productividad castiga la oferta que no cubre la demanda del grano; la brecha de suministro, unas 120 000 toneladas anuales, se cierra con importaciones. El estancamiento o retroceso de producción, aunado al incremento poblacional, puede ampliar la brecha y amenazar nuestra seguridad alimentaria.
La escasa atención que recibe la naturaleza como fuente de insumos ambientales, dificulta la visualización de oportunidades tecnológicas para elevar la productividad maicera.
Prácticas tan simples como sembrar temprano con las primeras lluvias, genera ganancias de productividad, ingresos, rentabilidad y sostenibilidad, porque los insumos ambientales se emplean con mayor eficiencia.
Los productores que siembran temprano, cosechan temprano y venden a mejor precio antes que la oferta crezca; también siembran temprano para sacar mayor ventaja de los insumos ambientales; en cualquier caso, por distintas razones, hay bastantes siembras tardías que desgastan la productividad del cultivo.
El flujo de nitrógeno (N), mineralizado que surge de la descomposición acelerada de la materia orgánica del suelo, acompañado del incremento de la humedad y temperatura que vienen con las primeras lluvias, luego de un período seco prolongado, es un valioso insumo ambiental.
La comunidad microbiana utiliza parte del N mineralizado y crece exponencialmente hasta que se estabiliza. Otra parte del N equivalente a un saco de urea por hectárea, que no es poca cosa, es absorbida por el maíz. La ventaja es de corta duración y si deja de aprovecharse inyecta ineficiencia al proceso productivo.
Por otro lado, la fotosíntesis usa la luz solar como combustible para combinar agua y dióxido de carbono y producir sustancias orgánicas.
Al sembrar con las primeras lluvias la floración y llenado del grano logran conectarse con un pico de luminosidad al final de febrero y primera mitad de marzo, circunstancia que aumenta la tasa fotosintética y el llenado del grano; las siembras tardías rompen esta conexión.
Además, por ser una planta C4, el maíz acumula dióxido de carbono en las hojas para mantener la fotosíntesis funcionando, en caso de que las estomas cierren total o parcialmente para evitar la deshidratación por exceso de temperatura. Estos recursos bien gestionados incrementan el rendimiento.
La presencia disminuida del insecto “gusano cogollero” durante las primeras semanas del cultivo, es beneficiosa para la productividad de las siembras tempranas.
Mientras más tardía la siembra, más ciclos biológicos completa la plaga y la población larval crece rápidamente, sin control destruyendo el tejido foliar.
El período de menor incidencia es una ventaja ambiental que podemos hacer trabajar a nuestro favor, sembrando temprano; caso contrario se siguen sumando ineficiencias.
La acumulación de ineficiencias recorta la producción y malgasta la inversión; se escuchan pocas reflexiones en la comunidad maicera al respecto.
Además, la producción disminuida deja menos residuos de cosecha esparcidos en el terreno; la cosecha de diez toneladas de maíz deja unas diez toneladas de residuos, comparada con las cinco toneladas de residuos que quedan al cosechar cinco toneladas de grano.
La presencia de más residuos beneficia a la comunidad microbiana con más comida y la salud del suelo mejora; caso contrario se va descarbonizando y deja en riesgo la sostenibilidad productiva.
CARBONIZACIÓN DEL SUELO, PILAR DE LA AGRICULTURA SOSTENIBLE
Un estudio en el corazón maicero del país investigó el efecto de cinco fechas de siembra durante un periodo lluvioso normal; los resultados respaldan sólidamente los argumentos expuestos.
Comenzando con una siembra temprana (30 de diciembre) se realizaron siembras quincenales cada vez más tardías; el maíz se benefició de una fertilización con NPK.
Cifras de rendimiento:
8.5, 6.4, 3.9, 2.1 y 1.7 t/ha
Productividad por metro cuadrado de terreno:
0.85, 0.64, 0.39, 0.21 y 0.17 kg
Grano producido por kg de N aplicado:
57, 43, 26, 14 y 11 kg
Estos datos confirman el desplome productivo de las siembras tardías. El 25% de la cosecha se perdió al sembrar una quincena después de la primera siembra; las pérdidas crecieron a medida que las siembras se retrasaban. Esta ineficiencia ambiental destruye el valor económico.
Ing. Freddy M. Amores
famores.ec@gmail.com Enviar e-mail
Consultor en investigación agrícola