La demanda crece durante la emergencia sanitaria, a pesar de las restricciones de movilidad, abastecimiento de materia prima, etc.
En el país se produce anualmente alrededor de 180 mil toneladas métricas de carne de cerdo, mientras que el consumo anual por persona se estima en 11 kilos. El sector porcícola cubre la demanda en carne en un 98% y el 2% corresponde a cuero y grasa, que se emplea en embutidos, señaló José Orellana, director ejecutivo de la Asociación de Porcicultores del Ecuador (ASPE).
En el país hay más de 100 mil productores de cerdos, cifra que creció en los últimos 10 años. En 1990 producían 90 mil toneladas métricas anuales y en 2020 la cantidad se duplicó. Esto se debe a que surgieron nuevos productores, mejoró la genética, una óptima alimentación y modernas prácticas de producción, lo que permite tener buenos rendimientos zootécnicos en la actividad.
Generalmente, los productores de cerdos realizan una programación anual, lo que implica provisión de alimentos, insumos, etc., razón por la cual durante la emergencia sanitaria del Covid-19 no hay desabastecimiento de este alimento en los mercados del país. Más bien, la demanda creció.
Orellana explicó que se presentaron algunos limitantes como un desbalance entre la oferta y la demanda porque con la emergencia sanitaria el consumidor compra más carne. Además se dificulta un tanto la movilización por las restricciones y los pequeños productores no pueden comercializar los animales en las ferias con normalidad. Ante esta situación, los cerdos se trasladan a los diferentes mercados municipales para el faenamiento y posterior distribución a para la venta al público.
Otro limitante de la crisis es la vacunación contra la Peste Porcina Clásica, que se efectúa con Agrocalidad desde hace cuatro años. Este programa vacunal se redujo y solamente se atienden los casos de emergencia.
“Esto no pone en riesgo un rebrote de la enfermedad”, aclaró Orellana, al indicar que una vez que termine la cuarentena se procederá a desarrollar el programa con normalidad. La vacuna se aplica cada seis meses en el caso de los animales grandes y en los pequeños a partir de los 40 días.
Todas las empresas tienen protocolos de bioseguridad, tanto para la crianza de los animales como para la producción y faenamiento, pero las granjas implementaron protocolos adicionales para salvaguardar a sus empleados y todo el proceso productivo.
Según Orellana también existe retraso en la importación de materia prima, principalmente de soya y maíz, aunque los productores tienen reservas.
Luego de la emergencia sanitaria “hay que trabajar en la reducción de costos de producción para ser competitivos con los diferentes tratados internacionales; además, que la banca pública refinancie los créditos a plazo largo y con bajas tasas de interés”, mencionó.